Mi experiencia en Paramotor

Hace unos veinte años cuando el vuelo en parapente estaba en pleno auge, me inicié con unos compañeros de Jaca en este apasionado deporte para mi totalmente desconocido. 

Recuerdo que fue en Candanchú durante mi estancia en la Compañía de Esquiadores Escaladores aprovechando que un gran amigo mío acababa de terminar su curso de instructor y había comprado una vela de escuela.

 

La verdad es que mi experiencia se basó prácticamente en unos cortos vuelos de ladera en las pistas de la estación de esquí, pero aquello me marcó para siempre, la sensación de sentirse libre en el aire es algo que todos deberíamos experimentar alguna vez.

Pasaron varios años en los que por motivo o por otro lo vas dejando, quizás porque con la llegada de los hijos uno se va haciendo “más responsable” y deja de hacer ciertas locuras o porque llenas tu tiempo libre con otras actividades que te satisfacen plenamente. 

Yo lo comparo un poco a la escalada en tanto cuando eres joven arriesgas todo sin pensar en las consecuencias de una caída, pero con el paso de los años vas amarrando cada vez más y te piensas cada vez más a donde te subes, pensando antes en los tuyos y en llegar a viejo. No se trata de renunciar a sueños, es simplemente que maduras y no actúas igual.

Ya han pasado un par de años desde que decidí nuevamente perseguir uno de mis sueños "Volar". Me traslado a la Escuela de Bellpuig donde me hospedo durante una semana y día tras día realizo los ejercicios de aprendizaje en sus instalaciones y las primeras prácticas de vuelo libre antes de hacerlas con motor.

Un día por casualidad descubres el paramotor, y te cuentan que es una disciplina que nace del parapente pero con la ventaja de que te permite volar despegando en llano y que no tiene los riesgos de un vuelo libre de altura entre montañas, y te preguntas ¿por qué no probarlo?

Tras informarme minuciosamente de las escuelas en nuestro país decido ponerme en contacto con Manel Escudé de la Escuela Volager de Lérida, un profesional de los pies a la cabeza que me trasmitió sus conocimientos de una manera personalizada y ejemplar. Está claro que sus 25 años de experiencia lo dicen todo.

Que os voy a contar, una experiencia única, aunque no fácil, pues eso de llevar un motor a la espalda de 30 Kg. de peso con una hélice rotando a gran velocidad con los anclajes de la vela por los hombros “acojona” bastante. 

Si a eso le añades tener que controlar el acelerador del motor en la mano junto con el comando del parapente y las líneas para que la vela permanezca encima de ti bien cuadrada todo ello mientras emprendes una gran carrera, pues ya ni te cuento.

Pero al final a base de esfuerzo y perseverancia se consigue.

Una experiencia que no olvidaré jamás, es como cuando haces cima en un pico, esa sensación de haber superado todos los obstáculos impuestos por la Madre Naturaleza, pero a la vez como en la montaña, tienes que tener siempre presente que no puedes cometer errores, porque la Montaña no perdona.

El paramotor te da una libertad genial, ir a donde tú quieres y cuando tú quieres, te olvidas del ruido del motor y solo te preocupas de ir a curiosear y volar a donde se te plazca y a la altura que quieras. No obstante he de reconocer que el despegue  entraña unos riesgos que para mí al menos me superan por mis limitaciones en la pierna. 
Me quedé con las ganas de probar el trike pues seguro es más fácil.

Ahora en almuñécar cuando veo en el cielo esos parapentes merodeando por el faro de la Punta de la Mona me entra el gusanillo de volver a subirme a alguno de ellos nuevamente, quien sabe, quizás vuelva a sentirme de nuevo libre como un pájaro... 

Probadlo que engancha. Demostraros lo que sois capaces de hacer.
No lo olvidaréis. 

!Gracias Manel por enseñarme un poquito de tu mundo! 

Mi Profe: Manel Escudé

Aquí os dejo un vídeo